Opinión del Secretario de Estado (1834-1836) del Rey Carlos V, Carlos Cruz Mayor, sobre los Fueros y la Independencia.

El rey Carlos V con Zumalakarregi, nótese el gesto con que el general indica al rey con su índice en suelo, en señal de mando en el lugar (Agurain, Araba, Euskal Herria).
Carlos V con el General Zumalakarregi y el estado mayor del ejército de las diputaciones forales.

Viene este texto a colación de dos afirmaciones a propósito de las Guerras Forales, a cada cual más desnortada, que en los últimos meses hemos tenido la oportunidad de leer en la red Internet. Una corre a cargo de Iñaki Egaña en su artículo titulado “Urduña y Euskal Herria”:

“Nuestros antepasados se enfrascaron en una pelea inútil, entre dos ramas de la monarquía española. ”(1)

Y la otra afirmación, esta de Demófilo, la encontramos en su artículo titulado “El concepto de naciòn de Stalin”:

Los nacionalistas (vascos) (…) confunden la feudalidad con la independencia política, para concluir que al desaparecer la feudalidad con el avance del capitalismo, Euskal Herria es incorporada a un Estado extranjero”.(2)

Pero leamos la opinión del Secretario de Estado del Rey Carlos V, Carlos Cruz Mayor, sobre la cuestión de los fueros, los fueros vascos y la independencia política:

Opinión sobre los Fueros del Secretario de Estado (1834-1836) del Rey Carlos V, Carlos Cruz Mayor(*)

Ociosa e intempestivo juzgo el paso que se requiere de que V.M. manifieste auténticamente su determinación de conservar ilesos los fueros y privilegios de las provincias que están en posesión de ellos, (*Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nabarra) porque Vuestra Majestad (V.M) se lo tiene prometido en otras ocasiones y con especialidad en su decreto dado so el árbol de Guernica (4) cuando lo hizo respecto a aquel Señorío; porque semejante declaración, en las actuales delicadas contingencias, daría margen a que se recelase que algún infausto incidente, cual el germen de descontento o desafección hacia V.M. de estos leales habitantes, le movía a dar este paso para neutralizar tan peligrosos síntomas y avivar la confianza y adhesión de aquellos; y finalmente porque no es político ni decoroso reiterar la Palabra Real una vez dada, perdiendo con esta repetición su fuerza y prestigio, y debiendo ser suficiente garantía para todos, la promesa solemne de un Soberano de cuyo carácter verídico, noble y consecuente, nadie cabe dudar.
¡Con cuanta más razón se habrá de tachar de impolítica y aventurada una medida que tuviese por objeto el restablecer las antiguas instituciones en otras provincias que desde largos años se han acostumbrado a su privación, y que hasta han perdido ya su memoria, como son por ejemplo las de Cataluña y Aragón! ¿Acaso estas han sido impelidas para declararse en favor de la justa causa de V.M. por semejantes motivos? ¿Acaso han adelantado estas la menor insinuación que autorice a creer que la esperanza de recuperar sus fenecidas leyes es la que ha determinado a sus naturales a empuñar las armas para sostener los legítimos derechos de V. M…
Resucitar al presente, después de tantas revoluciones democráticas que han agitado el Globo, y en el estado de zozobra y desvarío en que se hallan generalmente los ánimos, más o menos impresionados en su totalidad por la propagación de teorías falaces y destructivas cuya tiránica influencia no podrá desvanecerse en mucho tiempo; resucitar, digo, unas instituciones que en otros siglos tuvieron la España dividida en pequeños reinos que se aniquilaban unos con otros en continuas guerras, y cuyo amalgamamiento en un solo y poderoso estado ha sido la obra de la alta y sabia política de los augustos predecesores de V.M., y de contingencias favorables que se repiten en las vicisitudes de las naciones, sería lo mismo que abrir la barrera a los antiguos males que asolaron la Península, sería desmembrarla, debilitarla moral y físicamente para siempre y exponerla a ser presa de la ambición de la Inglaterra y de la Francia, que codician ocultamente hace tiempo la posesión de algunos puntos importantes de nuestro territorio y con una maquiavélica perseverancia acechan las ocasiones que les dejan traslucir las fases variadas de los sucesivos acontecimientos políticos, para aprovechar la oportunidad de lograr sus intentos; sería, en una palabra, destruir el equilibrio de las naciones que tantos esfuerzos ha costado establecer, que ha costado la efusión de tanta sangre humana; porque no es lo mismo que a retaguardia de la Francia existan pequeños estados, en los cuáles fácilmente se puede hacer fermentar el germen de la Discordia, que tener aquella nación a su espalda otra compacta y formidable que la imponga.
El Aragón y la Cataluña lo que desean es la paz y la tranquilidad para reponerse de sus quebrantos; es un gobierno tutelar que abra los manantiales cegados de su riqueza, un gobierno que fomente la agricultura, proteja la industria, proporcionándola los medios oportunos de desarrollo, y avive el tráfico y el comercio con sabias disposiciones económicas. Asegúrenles estas ventajas y nada pedirán, sino dirigir sus votos al altísimo para la duración del paternal reinado de V.M. del que serán, en todo funesto evento, los más resueltos sostenedores. Conserve enhorabuena V.M. al Aragón sus leyes privativas y las demás particulares que les rigen, y esto bastará para que quede satisfecho sin necesidad de reconstituir su organización civil, de que en breve se valdrían los hombres noveleros y tumultuosos, para inspirarle ideas exaltadas de independencia que acarrearían nuevos trastornos; porque una concesión inoportuna la experiencia ha probado y está demostrado que no es otra que un paso en falso de derrumbadero en derrumbadero que arrastra al más espantoso precipicio los gobiernos y los pueblos.
¿Por qué no se resuelven los Gabinetes de Prusia, de Rusia y de Austria , a declarar la independencia de Polonia, o bien a segregar cada parte de ella de sus respectivos Estados y a dejarla formar un Reino independiente? ¿Por qué la Cerdeña no restablece el Ducado de Génova en el mismo pie que lo estaba antiguamente y como un pueblo separado? ¿Por qué no se desprende del Reino Lombardo-Véneto la isla de Venecia, para que vuelva a ser como fue una República Independiente? ¿Y por qué, finalmente, la Holanda, la Francia y la Inglaterra, no conceden la emancipación a sus colonias, que a duras penas y con inmensos sacrificios humanos mantienen bajo su dominio? Pues cortísima es la diferencia que de estos casos hay al que nos ocupa respecto a España, porque pretender que el restablecimiento de los antiguos fueros consolidaría el trono de V.M es estar ciego o querer alucinar. Variada la forma de la Monarquía, muy precaria y efímera sería su duración.
Es pues inconsiderado e irreflexivo el que aconseje a V.M. el restablecimiento de las instituciones provinciales dónde están hace tiempo suprimidas, y demuestra por lo menos haber meditado poco o haber olvidado la historia de los siglos anteriores; demuestra no penetrarse del actual estado político de la Europa, y no conocer sino muy superficialmente el carácter nacional de los Españoles y la situación de este Reino.
Fundándose por lo tanto más o menos en las observaciones que anteceden, podría contestarse a la primera parte de la proposición con la corroboración de los hechos arriba referidos, y a la segunda parte negativamente en términos comedidos y persuasivos.

Carlos Cruz Mayor, Secretario de Estado de Carlos V

     Lo que queda en pie de las afirmaciones de Egaña y Demofilo tras cotejarlas con este texto histórico original, es que ambos autores no conocen la historia vasca del siglo XIX, que es crucial para entender este país durante el siglo XX y ahora.

     Egaña abomina de la cuestión de clase, y es evidente que el marxismo no le gusta, toda vez que si habría que definir al marxismo de alguna manera realmente nuclear, esta no puede ser otra que la teoría de la historia que sostiene que el motor principal de esta fase de la historia es la lucha de clases. Para Egaña, en cambio, el motor principal de la historia son las comunidades y los estados…
Demofilo, por su lado, también saca al sujeto colectivo explotado y oprimido del cuadro del análisis en lo que atañe a la historia vasca del siglo XIX, al eliminar al campesinado vasco como sujeto político históricamente actuante. Campesinado que no estaba defendiendo ninguna feudalidad, inexistente en Hego Euskal Herria en el siglo XIX, sino un conjunto de instituciones y métodos políticos que le habían guarecido no del desarrollo industrial sino, fundamentalmente, de la particular acumulación originaria de capital en Euskal Herria que la expansión del capitalismo y el desarrollo de la burguesía industrial le tenía reservada; En esencia una brutal desposesión económica, política y cultural de las masas campesinas vascas.
Cualquiera que lea profundamente el texto de Cruz Mayor comprobara que lejos de haber ningún compromiso con la feudalidad o con antiguos régimenes feudatarios, lo que hay es una voluntad expresa de desarrollar el comercio y la industria, y de no poner y si eliminar trabas a ese comercio. Pero en el caso del Fuero de Bizkaia, que cinicamente invita a no autentificar con un reconocimiento real, su preocupación es geopolítica y tiene que ver con la afirmación de la soberanía, en este caso nacionalitaria española, que resuelve como una negación de la soberanía nacionalitaria, pero también política y económica, vasca.
Ocurre que Cruz Mayor era el más alto cuadro político del régimen de Carlos V durante los años 1834, 1835 y 1836, y por tanto este texto no puede ser dejado de lado, ni siquiera cubriéndose con Stalin, al realizar el análisis del contenido político de los fueros vascos en la I Guerra Foral. Es en esa guerra cuando se truncó la abolición interna de ese régimen político, que a la altura de los 1830 de feudales tenían realmente poco, abolición que en la II Guerra Foral se realizará como abolición externa, y por tanto negadora ya no de la nación política capitalista vasca sino incluso de la nacionalidad vasca, abolición típicamente imperialista que la burguesía española o estatal, de cualquier nacionalidad, tiende a camuflar con el carácter modernizador de la explotación que los capitalistas españoles (de nacionalidades vasca y española) impusieron a continuación.
Recordemos este texto de Lenin:

“socialismo de palabra y chovinismo de hecho, se distingue por la adaptación vil y lacayuna de los ‘jefes’ del ‘socialismo’ no solo a los intereses de ‘su’ burguesía, sino, precisamente, a los de ‘su’ estado, pues la mayoría de las llamadas grandes potencias hace ya largo tiempo que explotan y esclavizan a muchas nacionalidades pequeñas y débiles.
Y la guerra imperialista es precisamente una guerra por la partición de esta clase de botín. La lucha por arrancar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesía en general y de la burguesía imperialista en particular, es imposible sin una lucha contra los prejuicios oportunistas relativos al ‘Estado(5).

Vladimir Ilich Ulianov, Lenin.

NOTAS

(*)El gráfico de la tabla de aquí abajo nos muestra algunos de los ministros de Carlos V en el primer periodo de la Primera Guerra Foral, y los cargos políticos de Cruz Mayor. Nótese que Cruz Mayor fue nombrado en sustitución de Abarca, detenido en Francia en ese periodo, de manera que el cargo real lo ejercieron nominalmente Cruz Mayor y Abarca, pero realmente solo Cruz Mayor.

Ministros de Carlos V en el periodo de la I Guerra Foral
(1) “El concepto de naciòn de Stalin.(I)” Por Demofilo
(1) “El concepto de naciòn de Stalin.(2)” Por Demofilo
(2) “Urduña y Euskal Herria.” (Enlace no activo: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20130706/411800/es/Urduna-Euskal-Herria ) Por Iñaki Egaña
(3) Brah, fondo carlista. Leg 9/6.740. EL original ha sido publicado integro por Bullón de Mendoza, Alonso: “Informe de Cruz Mayor”, en aportes, n18, noviembre de 1991, pp. 44-60.
Bullón de Mendoza y Gomez de Valugera, Alfonso.”Informe de Cruz Mayor” Aportes. Revista de Historia Contemporánea. 1991-1992 (18): pp. 44-60
(4) Decreto de Carlos V confirmando los Fueros de Bizkaia.
Real decreto.Queriendo perpetuar en este M.N y M.L Señoría de Vizcaya la manifestación del placer que experimento al verme entre sus leales y siempre fieles naturales, especialmente en este memorable sitio, donde mi augusto predecesor el Señor Fernando V, de feliz memoria, confirmó a los vizcainos sus antiguos fueros y privilegios, y no pudiendo hacerlo  de un modo más expresivo ni más conforme a los justos deseos del país que imitando a mi augusto predecesor, he venido en confirmo los fueros y privilegios de Vizcaya de Vizcaya, por mi real decreto, que servirá de recuerdo perpetuo al día pausible de su fecha, en el que al frente de las autoridades del Señorío y de sus hijos armados en defensa de mis derechos soberanos, les doy esta sorpresa y terminante prueba de mi agradecimiento a sus servicios, que la repetiré cuando las circunstancias permitan prestar el juramento reciproco entre mi y el Señorío con las formalidades señaladas en los mismos fueros.
Dado en la Antigua, so el árbol de Guernica a 7 de setiembre de 1834. – Yo el Rey
Las guerras carlistas en sus documentos. Alfonso Bullón de Mendoza (Editor.) Ariel Practicum

Retrato de Carlos V, en semiperfil
Retrato de Carlos V

(5) El Estado y la Revolución. Vladimir Ilich Ulianov, “Lenin”.

Deja un comentario